Las piedras llegan al taller de muchos modos, algunas “muy especiales” nos las traen los propios clientes de alguno de sus viajes.

Una vez que entran en el taller simplemente se les da un buen baño de sol y son cepilladas y no pasan ningún otro proceso, ya que queremos mantengan su estado natural en el que fueron recogidas.

Selección

Cuando tienes una piedra entre tus dedos, sostienes la historia desde el minuto uno, es una piedra pero está llena de secretos, ha pasado por sentir el viento, ha soportado miles de tormentas, millones de horas bajo el sol y ha bailado con el agua.

Habrá descansado en los fondos marinos y un día ha llegado a nuestros  píes, la hemos recogido y nos ha ayudado a crear Arte Sano. La energía que desprende una piedra es especial. Cada piedra, sea grande o bien pequeña, tiene su energía, sentirla y poder trabajar con ella impregnándola de amor y cariño es la pasión de Conpiedra.

Os mentiríamos si no dijéramos lo arduo que resulta el trabajo de selección de la piedra. Es difícil, en especial, encontrar piedras en forma de piano, o en forma de capa de superhéroe, o de vela de parapente,  pero por encontrar, hasta encontramos  piedras  con forma de corazón.

La transformación

Una vez seleccionada la piedra y clasificada espera el momento para realizar su papel protagonista, la transformación. Podrá ser un pajarito, el dedo del pie de un bebé, o un globo que vuela, sea cual sea su papel estará impregnada de un sentimiento de cariño y transmitirá un mensaje de motivación, de agradecimiento o un mensaje de amor.

La banda sonora del taller al realizar nuestras composiciones es revolver las piedras buscando la forma ideal que te transporta a un estado casi de meditación, es un sonido muy diferente al agua de una fuente, al batir de las olas en la playa, pero produce el mismo estado de relax. Te sientes conectando con el elemento tierra y la energía fluye.

«Pulido redondo y liso como mármoles o pastillas de piedra veteado y
a rayas. Discos negros y trozos de cuarzo pulido, todos brillantes por la niebla del río.»
Cormac McCarthy